20/09/2024

Aurora y la falsificación liberal del azul del cielo 



En una interesantísima nota publicada en diciembre de 2018 en el diario Perfil, el historiador Pacho O`Donnell esclareció la incierta historia de los colores de la bandera argentina, en un trabajo que reveló que no es un asunto menor.

Al contrario, es una cuestión esencialmente política, porque también en esta materia el liberalismo cipayo metió manos para desvirtuar la historia de la república que hoy amamos y padecemos 47 millones de compatriotas.

Alta en el cielo, un águila guerrera
audaz se eleva en vuelo triunfal,
azul un ala del color del cielo,
azul un ala del color del mar.
Es la bandera de la patria mía…

La partitura se debe al músico ítalo-argentino Héctor Panizza (1875-1967), quien trabajó un libreto de Héctor Cipriano Quesada y Luigi Illica, éste último un italiano famoso como autor de libretos de óperas célebres como Tosca y La Bohème.

Panizza compuso “Aurora” en 1906 por encargo del Gobierno Argentino para simbolizar el nacimiento de esta Nación, y se estrenó el 5 de septiembre de 1908 en el recién inaugurado Teatro Colón, de Buenos Aires, velada de gala en la que se lucieron los cantantes italianos Cesare Assanti, Amedeo Bassi, Giuseppe La Puma y Titta Ruffo, llegados a la Argentina en barco, desde Génova.

Claro que el primer himno argentino, conocido originalmente como “Marcha Patriótica”, había sido escrito y publicado en 1810 por Esteban de Luca y Blas Parera. Pero en esa versión no se hacía ninguna referencia a la Argentina, pues el tema excluyente era la España conquistada por Francia en las guerras europeas…

Sin embargo, y curiosamente, el aria “Alta en el cielo”, parte esencial de la ópera de Panizza, fue y es reconocida con la jerarquía de canción patriótica, debido a que su texto lírico trata sobre la bandera nacional. Pero eso no estableció, ni entonces ni después, que el color emblemático de nuestra bandera fuera el celeste. Antes al contrario, el color de la enseña nacional fue el “azul marino” que establecieron desde el vamos los versos tercero y cuarto.

La cuestión no es baladí, y no sólo porque en reuniones diplomáticas internacionales, como en el G20, más de una vez las banderas de protocolo lucen como color de nuestra enseña patria el azul marino y no el celeste-cielo. Tal como O´Donnell planteó en su libro “El grito sagrado” (Editorial Sudamericana, 1997) “las franjas laterales de nuestra bandera debían ser azules y no celestes”.

Lo cierto es que todavía no parece tiempo de convocar al pueblo para reponerle a nuestra bandera los colores originales más representativos. Pero sí cabe señalarlo porque es un debate abierto que podría darse en circunstancias en que gran parte de la ciudadanía tiene la impresión y la sospecha, y el alerta, de que el actual gobierno seguirá entregando los extraordinarios bienes naturales que todavía son patrimonio del pueblo argentino.

En tal sentido, el vergonzoso rol que vienen desempeñando en el Congreso las bancadas supuestamente opositoras al gobierno cipayo que encabeza el Sr. Milei, es una confesión de parte. Que por ahora, y todavía, permite al ensoberbecido presidente gobernar el desguace y la extranjerización entregando toda la riqueza de la Patria con alarmante necedad y estupidez.

Repudiar todo lo cipayo, pacíficamente enfurecidos, es un mandato de la hora. Sobre todo porque no se ven posibilidades de cambio de rumbo, ya que casi todos los gobernadores –cipayos y cobardes– empujan la desnacionalización y la entrega de nuestras riquezas a potencias y a poderosos extranjeros, y encima lo hacen con sinrazones apátridas creyendo, ilusos, que les va a quedar algo más que tierras arrasadas y pueblos exhaustos.

De donde emergen obvias preguntas: ¿Qué importancia tiene entonces discutir los colores de nuestra bandera? ¿Es serio y pertinente, o es banal analizarlo en tiempos de disolución social, política y económica de la Patria, como ahora?

El debate acerca de los verdaderos colores de la bandera argentina no es nuevo y gira en torno de la indefinición desde que en los campos de batalla de Tucumán, Salta y el Alto Perú, Belgrano dispuso que una banda debia ser blanca y la otra azul porque la enseña original tenía sólo dos paños.

Las polémicas al respecto nunca faltaron ni fueron banales. Son dos proyectos de país los que se confrontan en la bandera. Los unitarios la concibieron celeste, color que los identificó en tiempos de la Confederación y que en las cruentas guerras civiles lo hicieron su color no sólo partidario sino nacional, de donde resultó después la “celestización” de la bandera argentina.

Los federales, en cambio, reivindicaban el azul marino para las franjas que encerraban al paño blanco, no sólo para diferenciarse de los unitarios sino también por considerar que ése había sido el deseo de Belgrano, quien mantuvo con Rosas un vínculo respetuoso desde que el Restaurador se hizo cargo de la crianza del hijo de Manuel con su cuñada, María Josefa Ezcurra.

Es sabido que la primera bandera fue cosida por María Catalina Echevarría de Vidal, humilde vecina del pueblo de Capilla del Rosario del Pago de los Arroyos, hoy Rosario, Provincia de Santa Fe, y que fue izada por primera vez a orillas del Río Paraná el 27 de febrero de 1812 por un civil, Cosme Maciel, vecino del lugar.

Y también se sabe que el Triunvirato porteño, que respondía a su secretario, Bernardino Rivadavia, se opuso tanto y tan fuertemente a proclamar la independencia argentina ante el mundo entero, que en marzo de 1812 prohibió el uso de la bandera y ordenó su reemplazo por la rojigualda española que flameaba en Buenos Aires.

Belgrano ordenó restablecer la azul y blanca el 25 de mayo de ese 1812, y en la catedral de Jujuy la hizo bendecir por el canónigo Ignacio Gorriti.

Hay quienes sostienen, no obstante, que Belgrano prefería el color azul celeste como el del cielo en los días más límpidos. Pero hace algunos años científicos del CONICET analizaron una de las banderas preservadas de mayor antigüedad y revelaron que el color original de sus extremos inferior y superior era, en efecto, el azul de ultramar. Y otros investigadores, del Centro de Química Inorgánica de la Universidade Federal de Juiz de Fora, Brasil, analizaron espectroscópica y químicamente hebras de la bandera del Templo de San Francisco, en Tucumán, que fuera ordenada por su primer gobernador, Bernabé Aráoz. Y así resultó el azul marino de la más antigua bandera conservada, saldo de la estrecha relación entre Aráoz y Belgrano, a quien Araoz incitara a desobedecer el retroceso hacia Córdoba que le ordenaron desde Buenos Aires y que le permitió derrotar a los realistas en la memorable Batalla de Tucumán.

El caudillo oriental José Gervasio de Artigas, pionero del federalismo rioplatense, también adoptó los colores azul y blanco para la bandera de los Pueblos Libres, cruzada por una franja roja. Y así la adoptaron las provincias litoraleñas que lo erigieron su Protector.

El celeste, finalmente, no es un color heráldico, como sí lo es el azul que Belgrano, que vivió años en Europa, incorporó para sí en tanto significa justicia, obediencia, lealtad, piedad y prudencia, virtudes todas que él siempre valoró.

Finalmente, puede que estas consideraciones, para algunas personas, sean un asunto menor de nuestro pasado. Para esta columna significan, en cambio, una señal de identidad en el camino de recuperar la Patria. 



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