Silvana. David. Gabriel. Norberto. Fabián. Carlos. León. El sol de la mañana golpea sobre el cartel que está ubicado en la fachada del edificio de la AMIA y que recuerda a las 85 víctimas del atentado del 18 de julio de 1994. No es lunes ni hace frío como ese día, pero el dolor no cesa –como dice la pancarta que reclama memoria y justicia. Desde la esquina de Viamonte y Pasteur, el titular de la AMIA, Amos Linetzky, le reclamó al Gobierno que tome el caso como una cuestión de Estado. “Treinta años sin una sola persona respondiendo por ese ataque; 30 años en los que el Estado argentino ha mirado para otro lado, colmado de falencias y moras –tal como fue remarcado hace poquito por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH)”, dijo en referencia a la sentencia que consiguió Memoria Activa. Javier Milei junto con su hermana Karina, secretaria general de la Presidencia, escuchaban en primera fila, donde se habían ubicado pese a los reclamos de algunos de los asistentes que dijeron que los políticos no podían ocupar los lugares que les correspondían a los familiares.
“No importan los atentados. No nos quedemos sentados”, se oye decir a una voz infantil. Minutos antes sonó la sirena. Exactamente a las 9.53, como la explosión de hace 30 años. Minutos antes se escuchó cantar a los familiares con Jairo “Venceremos”, la canción que reclama justicia.
Linetzky ocupa el escenario junto con quienes presidieron la AMIA en las últimas tres décadas. “Nos vienen decepcionando una y otra vez desde hace 30 años. Pedimos a este nuevo gobierno que la causa AMIA sea de una buena vez una verdadera cuestión de Estado, que vayan a fondo dándole prioridad a la corrección de todas estas falencias, que promuevan las investigaciones sobre la conexión local, los encubrimientos para que se esclarezca completamente el atentado y se pueda juzgar a todos los responsables”.
Milei escucha con gesto conmovido. Dos días antes del aniversario decidió que volviera la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE), el organismo que se encargó de desviar la pesquisa –según determinó la Corte-IDH. Su gobierno impulsa, además, el juicio en ausencia. Se seca las lágrimas. Carga la foto de Mauricio Schiber, un trabajador de vigilancia de la AMIA que murió en el atentado.
El presidente de AMIA hizo una larga lista de demandas. Calificó como “bochorno” que no haya un juez designado para hacerse cargo de la causa del atentado. El juzgado 6 está vacante desde hace cuatro años, cuando se jubiló Rodolfo Canicoba Corral. Actualmente el expediente está en manos de Ariel Lijo, candidato del gobierno para la Corte Suprema.
Linetzky también protestó por la “pobre actuación” de la fiscalía dedicada a la investigación del ataque y dijo que no hubo “avances significativos en los últimos diez años”. La marca temporal coincide con la muerte del fiscal Alberto Nisman. Pese a los dichos fue recién en 2016 que la UFI AMIA logró reconocer a la víctima 85, Augusto Daniel Jesús. Su foto –la imagen de un niño sonriente– es una de las tantas que levantan los asistentes al acto.
“La verdad está en la causa –continuó. Y claramente se estableció la responsabilidad de Hezbollah y de Irán en el atentado”. Dijo que, de todas formas, aún son muchas las preguntas pendientes: dónde se terminó de armar la Traffic, quién la ingresó en el estacionamiento cercano a la mutual tres días antes del ataque y de dónde se obtuvieron los explosivos.
En el público está Sandra Arroyo Salgado, quien fue pareja de Nisman, con una de las hijas de ambos. Escuchan el reclamo de Linetzky. “No entendemos por qué la justicia no ha sabido o no ha querido terminar de esclarecer su muerte, provocando una nueva mancha vergonzante”, dice el dirigente comunitario –que sostiene la hipótesis del asesinato.
A diferencia de otros años, no hubo críticas al gobierno. Al contrario, Linetzky dijo que valoraban como muy positiva la reciente decisión del Ejecutivo de incorporar a Hamas como organización terrorista y reclamó que se avance con cambios en las leyes. “Treinta años sin que nuestro Poder Legislativo reaccione y actualice nuestra legislación. Haber sufrido dos atentados terroristas no fue suficiente, parece, para que nuestros diputados y senadores entiendan que al terrorismo no se lo puede prevenir y juzgar con las mismas herramientas que un delito común. ¿Cuántas décadas más tienen que pasar? ¡Hagan su trabajo!”, demandó.
Lo escuchaba con satisfacción la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que fue aplaudida por un grupo de familiares cuando llegaba a la ceremonia. Cerca de ella estaba su par de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, que pasó sin pena ni gloria ante los parientes: posiblemente recuerden que terminó detenido por este caso. El ministro de Defensa, Luis Petri, estaba de pie junto con su pareja, la periodista Cristina Pérez. En el público había diputados de distintas fuerzas políticas: Fernando Iglesias (PRO), José Glinski (Unión por la Patria), Juan Manuel López (Coalición Cívica) y, más atrás, asomaba la cabeza Bertie Benegas Lynch.
El dirigente de la AMIA pidió la sanción de una normativa antiterrorista, la creación de cuerpos especializados de jueces, facultades extraordinarias para fiscales, la actualización del Código Procesal Penal y la colaboración con servicios extranjeros –una materia en la que el gobierno de La Libertad Avanza (LLA) está dispuesto a meterse de lleno.
“Seguimos porque el terrorismo sigue. Desde el 7 de octubre no somos los mismos”, afirmó y habló del silencio de los “canallas” y los “cómplices” ante lo que calificó como el “pogrom más sangriento de nuestra era”. Linetzky reclamó la libertad de los rehenes. “El factor común entre el ataque a la AMIA y el 7 de octubre es Irán”, dijo y arremetió contra el movimiento feminista, LGBT, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y los organismos de derechos humanos argentinos porque, a su entender, no apoyan como debieran el reclamo. “¿Acaso hay desaparecidos-secuestrados por los que no vale la pena reclamar?”.
Una y otra vez se pidió memoria, verdad y justicia –el reclamo que convirtió en bandera universal el movimiento de derechos humanos en la Argentina. La actriz Stefi Roitman condujo el acto. Ella nació el mismo día de la bomba. Su presencia mostraba lo que significaron 30 años en la vida de los familiares y de todos aquellos que reclaman justicia.
Para cerrar la ceremonia, subieron al escenario familiares de cinco víctimas. Patricia, hermana de Mirta Strier; Jéssica, hermana de Emiliano Brikman; Tamara, hija de Hugo Norberto Basiglio; Karina, hermana de Romina Bolán y Ariel, hermano de Ileana Mercovich.
–¿Por qué yo me tengo que conformar con recuerdos ajenos?– preguntó Tamara Basiglio, que tenía un año y cinco meses cuando su papá fue asesinado en el ataque a la AMIA. Habló de los esfuerzos de su mamá para que lo conociera –cómo copiaba su forma de caminar o el modo en que agarraba el cigarrillo–, pero que, pese a esos intentos, nunca pudo conocer su voz o su olor.
Patricia compartió su recuerdo de Mirta –que tenía tres hijos a los que crió sola después de que su marido la abandonara y quienes le habían pedido que renunciara a su trabajo porque temían que pasara lo mismo que en la embajada de Israel–y confesó que cada vez que escucha su nombre no puede hacer más que gritar “te amo, hermana”.
Ariel lloró y contó cómo reconoció a su hermana entre los escombros. Karina habló de los sueños de Romina, que ese día caminaba por Pasteur porque iba a anotarse a la Facultad de Ciencias Económicas.
A su turno, Jéssica relató que esperó durante días que encontraran a Emiliano, que ese 18 de julio de 1994 había ido a la bolsa de trabajo y quedó sumergido dentro de los destrozos del edificio. Conservó durante 30 años un pedazo de los escombros. “Ese día me traje esta piedra –dijo, apretando fuerte la mano–y dije que la voy a tirar el día que mi hermano y los familiares tengamos justicia”.
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