Cuando Osvaldo Francisco Jaldo ganó las elecciones para gobernador de Tucumán, en junio del 2023, todavía no se sabía quién iba a triunfar en los comicios presidenciales. Sin embargo, el “contador Jaldo” –como lo nombran públicamente sus ministros– ya hablaba de reducir el Estado provincial, por lo que la rápida adhesión a las políticas libertarias no fue –al menos para él– traumática. Entre los motivos de ese veloz alineamiento está la condición natural de Jaldo a adecuarse a los vientos políticos que soplan, el pragmatismo que le dicen. También puede ser el resultado de una ausencia de conducción política en el peronismo a nivel nacional que libera las preferencias más íntimas de los dirigentes políticos. En ese sentido, y como afirman dirigentes peronistas locales, el acercamiento del gobernador a Milei es porque Jaldo, en rigor, es un liberal con una pizca importante de conservadurismo. Ahora bien, este alineamiento del gobierno provincial le otorgó al distrito una llamativa condición, ya que las principales fuerzas políticas abrevan por estos días en las aguas libertarias. El radicalismo y el bussismo se inclinan ante Milei. Todo indica que en el peronismo tucumano esa genuflexión no es mayoritaria, ya que existen sectores dentro del PJ que rechazan este posicionamiento y esperan una normalización del partido a nivel nacional, con una conducción política definida, que les permita generar un escenario propicio para desembarazarse de la decisión de Jaldo.
Si se miran los resultados de las elecciones nacionales en Tucumán cualquiera podría decir que es una provincia libertaria porque en el balotaje Milei se impuso con el 52 por ciento de los votos contra el 48 por ciento que recogió Sergio Massa. Sin embargo, en la primera vuelta, Unión por la Patria le sacó a LLA algo más de 10 puntos de ventaja. En tanto, en los comicios provinciales el peronismo se quedó con más del 53 por ciento de los votos. Entonces, caracterizar al distrito de mileista es por lo menos desacertado, sobre todo porque tanto en la vida como en la política, nada es tan lineal.
Lo que está claro es que a partir de la decisión de Jaldo, el mapa político quedó prácticamente unificado detrás de Milei. Porque el radicalismo, con los diputados nacionales Mariano Campero y Roberto Sánchez a la cabeza, está alineado con la Casa Rosada. En la misma línea se inscribe Fuerza República, el partido de Ricardo Bussi, el hijo del genocida Antonio Domingo Bussi. Y desde noviembre, Jaldo sumó su gobierno.
Para ponerse en línea con la Rosada, Jaldo aplicó su propia motosierra: redujo secretarías, eliminó la otrora ya pequeña Secretaría de Ciencia y Técnica, achicó el presupuesto e implementó un plan de retiros voluntarios que promociona en las tandas publicitarias de los canales de tv local. Eso, si se quiere, es una diferencia con Milei, ya que el gobernador tucumano está presente de manera intensa en los medios provinciales. Jaldo aparece con un intendente y el legislador de la zona y sin promesas concretas la publicidad dice que el gobierno está presente.
En el mismo sentido, da casi pena escuchar en las radios locales que el gobernador en persona promociona, como un gran logro, que la CONIN está distribuyendo algunos litros de leche en el Departamento de Trancas, uno de los bastiones lecheros y bastión del mismo Jaldo, sin mencionar que esa leche se distribuye gracias a la protesta de los movimientos sociales.
Promesas a la Rosada
El “contador Jaldo” tiene contacto fluido con el ahora jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Se reúnen en la Rosada y también en la casa de gobierno tucumana. En una de estas últimas reuniones, cuando ya estaba todo acordado con la formalización del Pacto de Mayo para el 9 de julio, Jaldo y Francos hablaron de 2025, de las elecciones legislativas.
En los mentideros políticos tucumanos se afirma que el gobernador le prometió a Francos que por lo menos dos de las cuatro bancas que se renueven serán peronistas que simpaticen con el gobierno. Entre ambos se entusiasmaron con la posibilidad de tener estos dos curules del PJ para la LLA y los dos restantes, que consideran que serán uno de la UCR y el restante del bussismo, también responderán a las órdenes de la Rosada.
Todo esto no es gratis. El gobierno de Jaldo aspira a recibir desde la Nación un fluido de dinero suficiente como para que la provincia, que en junio pasado tuvo una inflación del 4,6 por ciento, pueda caminar sin sobresaltos. No hay datos actuales de desempleo pero la última medición conocida comenzaba a acercarse a los dos dígitos.
Además, ya hay problemas con una de las principales industrias de Tucumán, la azucarera. Sus organizaciones locales están reclamando la ayuda del Estado ante la caída de la producción, fruto de las grandes heladas que hubo y el subidón de precio que tuvo el azúcar. Será difícil para Jaldo decirles que “no hay plata”.
La última invención de Jaldo es la reforma constitucional. Es una especie de versión tucumana del Pacto de Mayo. Con esta reforma Jaldo busca el bronce y cree que la reforma del sistema electoral tucumano con la eliminación del incomprensible sistema de acoples, le permitirá erigirse en el hombre que transformó políticamente a la provincia. El “contador” aseguró que la reforma se terminará de discutir recién 2027, donde incluirá también topes constitucionalmente al gasto y el empleo público, pero además le daría rango constitucional al derecho a la vivienda y los servicios públicos. Incluso trascendió que eliminaría la reelección y que él no podría por lo tanto aspirar a un nuevo mandato.
El factor Manzur
Jaldo tiene para sí una buena noticia. Los dos gobernadores que los precedieron están, de alguna manera, fuera de juego. El tres veces gobernador, José Alperovich, por caso, preso y condenado por violación de una sobrina, no tiene ninguna estructura política que le responda y pueda poner nervioso al actual mandatario.
El dos veces gobernador, Juan Luis Manzur, permanece recluido en una banca del Senado de la Nación que, si bien no saca los pie del plato del interbloque de Unión por la Patria, en la provincia prácticamente está desactivado. Sus aliados políticos le recriminan el haberlos abandonado una vez que dejó la gobernación y, sobre todo, después de sueño interruptus de ser el compañero de fórmula de Eduardo “Wado” de Pedro. Una aventura que prácticamente desactivó a Manzur en la provincia y le dejó el campo a disposición de Jaldo que, como dicen algunos en Tucumán, compró un látigo y una billetera nueva con los que se dedicó a doblegar a intendentes, legisladores y/o delegados comunales que habían mostrado distancia con él y hasta se habían animado a oponerse a su conducción.
A modo de ejemplo, luego de que retiró del bloque de UxP a los tres diputados nacionales que le responden para que acompañen el entonces proyecto de ley ómnibus, obligó a intendentes, legisladores provinciales, funcionarios del Ejecutivo y delegados comunales a firmar con nombre y apellido sendas solicitadas donde respaldaban la decisión de romper con el bloque en el Congreso de la Nación.
En las filas del peronismo tucumano hay cada día más dirigentes que suman una razón para malquistarse con Jaldo. Hay un comienzo de reorganización. Todavía sin una figura que aglutine, pero de a poco el espacio comienza construirse con el objetivo de volver al PJ local al peronismo.
Muchos miran lo que pueda llegar a suceder en el PJ nacional. La necesidad de tener una referencia política no es exclusiva de los tucumanos. La CGT, por caso, también la reclama. En la provincia norteña cada día que pasa ven con menos posibilidades al riojano Ricardo Quintela y dicen que “si bien es un compañero, no le da el cuero para ese desafío”. Algunos otros miran más a Axel Kicillof aunque también lo quieren más como candidato presidencial. Hay otro grupo que se entusiasma con el rumor que llegó a la provincia de que Cristina Kirchner podría ser presidenta del PJ.
Más allá de las diferencias lo que pretenden es que sirva para poder doblegar a Jaldo.
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