09/11/2024

La declaración de CFK, Luciani y los dos momentos que miró a Sabag Montiel a la cara | El juicio por el atentado contra la dos veces presidenta



Cristina Fernández de Kirchner miró por lo menos dos veces a la cara a Fernando Sabag Montiel, el hombre que quiso matarla el 1 de septiembre de 2022, quien estaba presente en la sala, a pocos metros. La primera fue al mencionar “el intento fallido” de matarla. “El tiro que no salió”, dijo la expresidenta. Acababa de recapitular el clima de violencia creciente alrededor de su casa en Recoleta, con gente que iba a insultarla “cuidada por la Policía de la Ciudad”, durante los veintidós días del alegato del fiscal Diego Luciani en el juicio “Vialidad” que se transmitía a pantalla partida por televisión: de un lado se veía la puerta de su domicilio y del otro lo que llamó la “diatriba” de la fiscalía. Después comenzaron a llegar “los simpatizantes que se convocaban, multitudes que crecían y crecían”, contexto que fue aprovechado para el intento de magnicidio. CFK volvió a clavar la mirada y señaló con el dedo al acusado al recordar que le habían dicho que “el señor empuñaba el arma” y empujó un ejemplar de su libro “Sinceramente” que alguien intentaba acercarle para que lo dedicara con su firma y que ella se agachó para levantarlo justo en el instante en que la pistola se acercaba a su cabeza. 

La entonces vicepresidenta declaró como víctima y aseguró que “Luciani contribuyó al clima de violencia de manera indubitable”. Pero aquellos días, reflexionó, no advirtió “los cambios que se venían” con el aumento “de los discursos de odio”, “bastante ingenuidad la mía”. “Nunca se me ocurrió que en la Argentina democrática pudiera haber un atentado”, sostuvo. Defendió a su custodia ante las preguntas de algunas defensas que apuntan a instalar que no la cuidaron o que ella se descuidó al darles instrucciones y que le permitieran saludar a quienes iban a darle respaldo. “Hubo y hay una invisibilización de este proceso judicial. Tengo que demostrar que no tengo la culpa de que quisieron matarme. Solo estamos frente a los autores materiales. No estamos frente a los autores intelectuales y financiadores”, cuestionó. A ellos, abundó, los “protegió el partido judicial”. “Es una deuda que se tiene que saldar con la democracia y con la gente que cree que la política sigue siendo un instrumento para cambiar la vida y no de gente que piensa que la política es para matar”, advirtió. 

La presidenta del Tribunal Oral Federal 6 (TOF6), Sabrina Namer, le preguntó si quería decirles algo a los acusados, pero prefirió no hacerlo. Sabag Montiel, que se había emprolijado y cortado el largo de la barba para este día, mantuvo el ceño fruncido casi toda la audiencia. Estaban presentes también en la Sala AMIA donde se hace el juicio, su exnovia, imputada como coautora, Brenda Uliarte, y Gabriel Carrizo, el dueño del emprendimiento de copos de azúcar que usaron para hacer inteligencia en la zona donde vivía CFK. La chica permaneció casi inmóvil y enfundada en un abrigo oscuro la hora y media de declaración de la expresidenta. Los tres estaban cercados por agentes penitenciarios. Como acusados, no tienen obligación de estar presentes en todas las audiencias (salvo en instancias como la lectura de la imputación o la indagatoria), pero deben pedir permiso expreso para ausentarse. Como sea, eligieron estar. 

El sector para público del recinto estaba repleto de dirigentes políticos, sociales, de derechos humanos que al ver entrar a CFK para su declaración estallaron en aplausos. Desde el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, su número dos, Verónica Magario, y otros funcionarios locales como Juan Martín Mena y Andrés “Cuervo” Larroque, varios intendentes/as (Mayra Mendoza, Federico Achaval, Juan Ustarroz, Leonardo Nardini, entre otros), senadores/as como José Mayans, Anabel Fernández Sagasti, Juliana Di Tullio, Wado de Pedro, Oscar Parrilli, Alicia Kirchner, diputados/as como Germán Martínez, Vanesa Siley, Paula Penacca, Eduardo Valdés, Leopoldo Moreau, Rodolfo Tailhade, entre muchos más. En primera fila estaba el nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el exsecretario de derechos Humanos y nieto restituido Horacio Pietragalla Corti, Charly Pisoni de HIJOS, la madre de Plaza de Mayo Carmen Arias, la rectora de la Universidad de las Madres Cristina Caamaño, Juan Grabois (Argentina Humana). La tribuna del primer piso también estaba colmada. 

Violencias

La expresidenta repasó episodios violentos que fueron “in crescendo” “después de la pandemia”. Se refirió a las bolsas mortuorias en la Casa Rosada, la guillotina que llevó la agrupación ultraderechista Revolución Federal a Plaza de Mayo, la aparición reiterada en la zona de su casa de una combi que traía “señoras y señores grandes que ponían marchas militares e insultaban”. “Imposible no recordar la destrucción de mi despacho (del Senado) cuando se discutía el acuerdo con el FMI” en Diputados, agregó. Un pacto que ella cuestionaba y pese a lo cual marcaron con pintura su ventana y tiraron piedras media hora. “Ni la Policía de la Ciudad ni la Policía Federal intervinieron”, hizo notar. La de la Ciudad, remarcó, “cuidaba” a los grupos que solían ir a insultarla a Juncal y Uruguay,  pero que desaparecieron después del atentado. 

Recordó la escena del sábado 27 de agosto cuando la cuadra de su domicilio amaneció vallada por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. Se despertó con el ruido de “algo que arrastraban” y vio la zona cercada “por la Policía de la Ciudad, también un acto de violencia”.  Fue un sábado que se llenó de manifestantes y en el que, recapituló, la policía insultó a su hijo Máximo y se mencionaban a Kicillof por las modulaciones como “un ciudadano más”. Ese atardecer, según la causa, Sabag Montiel hizo su primer intento de meterse entre la multitud para matarla, pero desistió. CFK contó que su hijo entró a su casa colorado por los gases, le sacó una foto pero él le pidió no difundirla. 

Por las menciones a la policía porteña, que también habían hecho otros testigos y jamás fue investigada, el actual ministro de Seguridad de la Ciudad, Waldo Wolff,  puso en “X”: “Señora @CFKargentina: Póngase de pie para hablar de nuestra policía de la Ciudad”. Y aprovechó para mezclar todo: “Hágase cargo de la vergüenza del gobierno de Alberto Fernández que usted armó y conformó”. Wolff es uno de los políticos que, igual que  el diputado del PRO Gerardo Milman, aparecieron en alguna convocatoria Revolución Federal, agrupación que en Twitter Spaces proponía cómo matar a la expresidenta.  

Cuando se refirió al alegato de Luciani en el caso Vialidad, donde pidió 12 años de cárcel para ella e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, Cristina describió que “no fue un alegato en los términos que se prevé en los códigos, las costumbres, fue directamente una actuación plagada de mentiras, de adjetivaciones, ante la falta de pruebas, mentiras, difamaciones, contribuyendo todo a un clima”. “Hasta uno de los acusados pidió que lo defendiera el doctor Luciani”, aludió a un requerimiento real que había hecho Sabag Montiel en una carga. 

La fiscala Gabriela Baigún le preguntó por su vecina del piso de arriba, Ximena de Tezanos Pinto, quien solía recibir a integrantes de Revolución Federal y colgaba banderas con proclamas republicanas. “Es inolvidable esa persona”, se sonrió. Contó que siempre tenía problemas con el consorcio, con ella no. Compartió una anécdota según la cual la vecina y su exmarido querían construir una pileta: “Me vino a pedir apoyo a mí y le dije, ma sí…”. De Tezanos Pinto también aprovechó para mostrarse en las redes a la vieja usanza: “Ya sé que CFK me nombró y la fiscal aprovechó para meter basa diciendo calumnias sobre mi persona…”. Pero dijo que lo que a ella le importa es que la Cámara de Casación tiene que revisar la condena por Vialidad. A lo Patricia Bullrich, prepoteó: “Quiero que el que las hace las pague”. 

Otros golpes

Como ejemplo de “violencia simbólica, no tan simbólica” mostró, ante preguntas de su abogado Marcos Aldazabal, algunas tapas de la Revista Noticias, “de cuestiones que tienen que ver con mi condición de mujer”, no de líder política.  Exhibió una titulada “El goce de Cristina”, con su imagen como en el gesto de orgasmo; en otra aparecía crucificada: “El vía crisis de Cristina”. Una decía: “El negocio de pegarle a Cristina”. “Miren que contexto actual, hasta con un ojo negro me sacaron y una curita. Tiene actualidad ¿no?”, insistió en una alusión que todo el mundo asoció a la denuncia de Fabiola Yañez por violencia de género contra Alberto Fernández. Agregó la caricatura de Hermenegildo Sábat en la época del conflicto con el campo: “Me caricaturizó con un ojo negro”. “Todos saben que yo no soy feminista, pero las feministas ninguna creyó que me estaban agrediendo por mi condición de mujer”, criticó.  

Desde los feminismos reflotaron en redes publicaciones que sí habían cuestionado aquellas tapas e ilustraciones y pronunciamientos de repudio al “magnifemicidio”. Desde su ángulo machista, la Derecha Diario dijo: “A días de la noticia de que Alberto Fernández le pegaba a su mujer, Cristina Kirchner se despegó del feminismo”. La publicación fue reposteada por Javier Milei. Cristina había declarado también: “Nunca seré mascota del poder. No soy feminista, pero tampoco soy estúpida”. Era para explicar que acordaba con un informe del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará (para erradicar prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres) que había alertado sobre la violencia política dirigida hacia CFK.   

Milman, Bullrich, Capuchetti

Al diputado Gerardo Milman, a quien un testigo escuchó decir en el bar Casablanca en la esquina del Congreso dos días antes del atentado “cuando la maten yo estoy camino a la costa”, CFK lo describió como “un Nostradamus contemporáneo”. Además de esa frase que ella consideró corroborada, habló del borrado de los celulares de las mujeres que estaban con él ese día en oficina de la actual ministra Bullrich –de quien Milman era jefe de campaña– y a proyectos que el legislador había presentado donde pedía información sobre su custodia y anunciaba que podría haber un “falso” atentado contra ella en un texto que terminaba así: “Sin Cristina, hay peronismo. Sin peronismo, sigue habiendo Argentina”. Señaló que otro personaje no investigado, Hernán Carrol (fundador de Nueva Centro Derecha, que se vinculó con Uliarte y Sabag Montiel) había viajado a Perú con el exjefe de gabinete de Milman en Seguridad con el macrismo. Todo esto está disperso en primera instancia y nunca terminó de ser investigado. 

“Imagínense –propuso– que el atentado hubiera sido contra Mauricio Macri y aparece un diputado La Cámpora diciendo ‘lo vamos a matar’. Solamente en la hipérbole argentina puede suceder que cuando entra mi persona a un rol de acusada o de víctima se les queman a todos, todos los codigos penales, de procedimiento y hasta la Constitución”. Su otro abogado, José Manuel Ubeira, le preguntó si se había sorprendido porque Bullrich, entonces jefa de la oposición, no hubiera repudiado el atentado. “Conociéndola, como la conozco desde que era muy joven, no me sorprende nada”, dijo. Le preguntó también el letrado como se había sentido como víctima: “Se refiere a la instrucción de la doctora (María Eugenia) Capuchetti, ni me acuerdo quién era el fiscal… un desastre total y absoluto. Unicamente con los autores materiales. En general el poder, no solo la doctora Capuchetti. El problema es cuando un juez está cuestionado y es ratificado por las instancias superiores”, respondió. Como ejemplo recordó que nunca se unificó (por decisión de la jueza y la Cámara) la causa del atentado con la de Revolución Federal. “No es solo la doctora Capuchetti, es el Partido Judicial”. 

Este miércoles mismo un grupo de diputados/as (Leopoldo Moreau, Paula Penacca, Carolina Gaillard, Blanca Osuna Carolina Yutrovic y Martín Soria) presentó una denuncia contra Capuchetti por mal desempeño ante el Consejo de la Magistratura. 

El hecho y las marcas 

Cristina no registró, como ya había contado, el momento en que Sabag Montiel quiso dispararle. Solo vio un tumulto después de agacharse a recoger el libro “Sinceramente” que alguien había revoleado. “Cuando subo al ascensor Diego Bermúdez, uno de mis secretarios, me dice´¿escuchaste un click?´. Y me dice que le pareció un click de un arma”, repasó. Luego le confirmó que habían capturado a Sabag Montiel. “Vi en televisión la imagen que recorrió el mundo, por suerte no la vi (en el momento), dicen los psiquiatras y los psicólogos que las personas encañonadas tienen estrés postraumático”. Namer le preguntó qué le pasa al ver las imágenes. “Trato de no ver esa imagen. Es difícil. No me psicoanalizo, nunca lo hice tal vez debería hacerlo”, abrió sus pensamientos. 

“Claro que fue afectada la familia”, comenzó a quebrarse Cristina. “Mi nieta Elenita también está con tratamiento porque tenía miedo de salir de su cuarto le dimos tratamiento con un psicólogo de niños. Tenía miedo de que la mataran; una familia que sufre eso tienen consecuencias, si claro“, explicó. También habló sobre su hijo Máximo. “Cuando pasó lo del padre (Néstor) yo lo llamé por teléfono a él que estaba en Gallegos para que viniera rápido porque su papá se había enfermado de vuelta. No le dije que se había muerto. Y cuando bajó en el aeropuerto de El Calafate uno de los empleados le dijo ‘yo lo quería mucho a tu viejo’. Ahí se enteró. Cuando pasó lo del atentado él estaba con un amigo en Parque Leloir con el que suele comer los jueves y lo llamaron. Desde que salió hasta que llegó a Juncal pensó que me habían matado, le habían quedado los temores”. Ese amigo con el que estaba –aunque esto no lo contó CFK– era el Indio Solari. La única persona que, además, en una comida anterior, había advertido: “Cuídenla porque la van a querer matar”. 

 



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