Las ramificaciones y las derivaciones de la guerra en Europa Oriental expresan de manera estructural el cambio global que se está produciendo. Las usinas propagandísticas de Occidente se esmeran por tapar el sol con el pulgar de la desinformación mientras la Federación Rusa continúa su paulatina e imperturbable tarea de derrotar a los 32 países que conforman la OTAN.
El fin de la Guerra Fría empoderó al Occidente neocolonial que se volvió a ilusionarse con someter al Estado más extenso del mundo: la rancia ambición de Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler fue recuperada gracias al unilateralismo decretado por el denominado Consenso de Washington, a través de una combinación de medidas económicas y geopolíticas. Eso es lo que pretendió el G7 al promover revoluciones de colores, como en Chechenia; multiplicar las sanciones unilaterales contra la Federación; y asediar a Moscú con la sucesiva incorporación de países a la organización atlantista, pese al compromiso asumido a fines del siglo XX de que la OTAN no se extendería más a allá de las fronteras de la Alemania unificada.
Los analistas militares de los países integrantes de la OTAN consideran que es imposible una victoria militar ucraniana. Más aún, la incursión militar decidida por Kiev contra territorio ruso en Kursk ha sido caracterizada como una maniobra desesperada para tratar de que Moscú derive parte de las tropas que están avanzado de forma persistente hacia Pokrovsk, el centro logístico de aprovisionamiento vital de las tropas ucranianas en la región de Donbas. Los propios mandos medios de las fuerzas armadas de Kiev han asumido que desviar recursos críticos del campo de batalla primario permitió a los rusos acercarse más a Kiev (foto, bombardeo ruso en Leópolis) . Los historiadores militares recuerdan, además, que fue en Kursk –entre el 12 de julio y el 23 de agosto de 1943– el último intento de la Alemania nazi antes de retroceder hasta Berlín y ofrecer la rendición incondicional.
Las múltiples críticas recibidas por el presidente ucraniano motivaron el urgente cambio de gabinete motivado –según el propio Volodimir Zelenski– “para regenerar una nueva energía a su gobierno”. Los críticos del gobierno de Kiev no se explican cómo puede equipararse la actual pérdida del 20 por ciento del territorio ucraniano con la ocupación de 1300 kilómetros cuadrados, una porción equivalente al 0.00007 por ciento de la geografía rusa, espacio sobre el que Kiev carece de posibilidades para abastecerse en el mediano plazo.
Gran parte del conflicto bélico se puede examinar desde la superioridad misilística por sobre las capacidades detentadas por la OTAN. Frente a esa realidad y el avance de las tropas de Vladimir Putin hacia el Norte y el Este, Zelenski anunció la última semana su enésimo “Plan de la victoria” consistente en el incremento del ataque al territorio ruso. Los militares moscovitas advirtieron que eso supondría una escalada que los habilitaría a extender sus ataques misilísticos hacia el corazón de Europa occidental.
Las propuestas desesperadas de Kiev tienen cada vez menos adhesión entre los miembros de la Unión Europea. En Alemania se llevaron a cabo elecciones regionales la última semana, en Sajonia y Turingia. En ambos territorios se impuso el voto que cuestiona el apoyo del canciller Olaf Scholz a Zelenski. De hecho, la organización política de la que forma parte, el Partido Socialdemócrata, no superó el siete por ciento de los votos, el guarismo más exiguo jamás alcanzado por esa formación. Los dos grandes triunfadores han sido la Alternativa por Alemania (AfD) –tributaria de una derecha neonazi e identitaria– que se opone al enfrentamiento con Rusia y la Alianza Por la Razón y la Justicia, liderada por Sahra Wagenknecht, quien fundó el partido hace apenas ocho meses. Los resultados de Alemania son evidencias del cansancio europeo por una guerra que ven perdida y una economía que se ve resentida por el incremento de los valores de la energía y la caída de la competitividad frente a las industrias radicadas en el sudeste asiático.
El mayor empleador de industria alemana, la Volkswagen (VW) anunció a través de una comunicación de su CEO a todos los empleados que la situación era extremadamente difícil y que ya no se podía paliar con “simples medidas de recorte de gastos”, planteados un año atrás, en el marco de un programa de austeridad que debía reducir los costos en diez mil millones de euros hasta 2026. Esa aseveración adelantaba que en los próximos años se cancelará el programa de seguridad en el empleo, vigente desde hace 30 años, escenario que avalará los despidos masivos.
Mientras Europa occidental se resiente económicamente, el Banco Mundial prevé un importante crecimiento de la economía rusa: el doble que Estados Unidos y el cuádruple que la Zona Euro. La batalla de tanques más grande de la historia, acaecida en Kursk a mediados del siglo XX, regresa como un fantasma tenebroso para castigar las ambiciones del Occidente imperial, colonial y supremacista. Esta vez la historia no parece repetirse como farsa. Vuelve a exhibirse como tragedia para quienes han vuelto a ilusionarse con desmembrar el Alma Rusa.
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