“Habla la madre de un subversivo muerto”, rezaba el titular en pie de tapa de la revista Para Ti, del 10 de septiembre de 1979. Presentaban así una supuesta entrevista a Thelma Jara de Cabezas, sobre el destino de su hijo Gustavo. Pero el artículo no reportaba el testimonio real de Thelma. Ni estaba muerto Gustavo, el joven militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) quien permanece oficialmente designado, bajo la trágica categoría de “desaparecido”. Era una noticia falsa. Esto intuye Daniel Cabezas, hermano mayor de Gustavo quien, exilado en México, vio la revista en un kiosco: “Me acerco al ver la tapa, la abro y veo la foto de mi madre y leo el supuesto reportaje. Me doy cuenta enseguida que es falso y se produce una contradicción, entre el dolor por saber que la estaban utilizando y la alegría por saber que estaba viva”.
A pocos de cumplirse 50 años de este episodio, burdo pero eficaz para quienes promovían el eslogan de que “Los argentinos somos derechos y humanos”, Daniel repasa esta historia para Página/12. Entre el asombro por el pedido de domiciliaria de los genocidas visitados por los legisladores de La Libertad Avanza y el recuerdo de su madre –fallecida en octubre de 2021– con quien mantuvo desde México una serie de conversaciones telefónicas que grabó sistemáticamente. Estos audios son ahora el cuerpo de la película que produce bajo la dirección de la documentalista Amparo Aguilar (“La tara”, “Relatos de archivo”, entre otras), y sobre la cual, cuenta: “Tenemos el 99 por ciento grabado, ahora empieza la edición”.
El título elegido para el largo es “Las conversaciones”. Allí se replicaran las voces de este hijo y su madre, unidos por la militancia de los ‘70, la resistencia a la dictadura, y el reflejo de esas luchas en la actualidad, “donde todavía falta profundizar el debate”. Luego de cuatro décadas ganadas a la oscuridad donde la democracia floreció regada con sangre, la de los militantes de entonces, detenidos, desaparecidos, asesinados por el terrorismo de Estado. La historia que hoy “los genocidas y sus defensores” –sostiene Cabezas- buscan volver a tergiversar.
Para la familia Cabezas, esto se desencadena el 10 de mayo del ‘76. “Ese día secuestran a mi hermano en la plaza de Martínez. Estaba repartiendo volantes con Kitty Villagra, una compañera de militancia. Los detiene una patrulla militar. Él tenía 17 años, ella 19. A ella la matan de un tiro por la espalda, a mi hermano se lo llevan”. A partir de ahí comienzan a buscarlo. Thelma se encuentra “en las colas que hacían los familiares frente al ministerio del Interior, con otras madres, ahí conoce a Azucena Villaflor”, cuenta Daniel. Todavía no se había formado la Asociación Madres de Plaza de Mayo y ella ingresa a la Comisión de Familiares de detenidos y desaparecidos por razones políticas.
En el ‘79 Thelma viaja a México para denunciar ante la Conferencia Episcopal Latinoamericana, en Puebla, las desapariciones en Argentina. Viaja a España e Italia con el mismo objetivo. “Al regreso, a mi padre, que vivía en Ushuaia –explica Daniel-, lo traen a Buenos Aires porque tenía cáncer. Ella lo cuida. Y la secuestran ese año a la salida del hospital”.
Daniel estaba en México. “Me había ido en septiembre del ‘76. Había estudiado cine en México y formaba parte de un grupo de Cine infantil educativo desde 1972. Después de que desaparece mi hermano nos fuimos allá, 14 personas del grupo de cine”.
A Thelma la secuestran en la parada del colectivo, cuenta Daniel, y la llevan a la ESMA. “Durante tres días la torturan, todo está detallado en los juicios ESMA porque había otros secuestrados que escuchaban esas torturas y la asistían cuando salía, y de todos los que participaron en su secuestro y torturas, al menos 17 de estos genocidas, han sido juzgados y condenados”. Entre ellos, Ricardo Cavallo, Adolfo Donda, Carlos Capdevila, Jorge Radice, Jorge “Tigre” Acosta, quienes “forman parte de los que ahora piden salir” remarca. “Algunos están con domiciliaria, otros hace tantos años que están presos que tienen posibilidad de reclamar su libertad. Pero después del juicio relacionado con mi madre, hubo otros juicios por desapariciones y asesinatos y tienen varias causas, por eso no salen”, añade.
Cuando ese año se supo que venía la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a observar la situación en Argentina, el aparato represivo comienza la operación de prensa destinada a blanquear sus actividades delictivas. En el caso de Thelma, esto incluyó la falsa nota en Para Tí firmada “por un tal Américo Cerruti, un nombre falso”, apunta Daniel.
“La entrevista se hace en la confitería Selquet de La Pampa y Figueroa Alcorta. El periodista fue Eduardo Escola y el fotógrafo, Antonio ‘Tito’ la Pena, ya fallecidos. Pero llegaron a testimoniar y relataron que el jefe de redacción era Agustín Botinelli. Contra él vamos, desde hace más de 10 años”, con el abogado Pablo Llonto al frente de la querella. Declararon más de 50 personas, pero el juzgado sigue desestimando la imputación y delegó la investigación al fiscal Eduardo Taiano.
Las conversaciones telefónicas
Un día, en noviembre de ese año, mientras Daniel seguía una intensa campaña internacional para denunciar la situación de su madre, llama a una hermana de su madre quien le dice que Thelma había estado en su casa. “Empiezan a llevarla ahí, un día, después dos días, a la casa de mi familia materna, en Muñiz, provincia de Buenos Aires, partido de San Miguel”, puntualiza. Y así nacen estas conversaciones telefónicas. “Tenemos un par de charlas muy cortitas primero hasta que vamos profundizando”. Allí comienzan las grabaciones que se reproducen en el documental, con un análisis desde la actualidad.
Las primeras charlas hay que ubicarlas en situación: “Pensábamos que nos estaban escuchando, yo no quería ponerla en riesgo y no sabía cuál era su situación real. En ese momento, no sabíamos cuál era la política de (Emilio) Massera con algunos detenidos desaparecidos, ni que algunos podían quedar libres, y estaba pendiente siempre que en cualquier momento la podían matar”.
Daniel militaba en el exilio en Montoneros. Las conversaciones reflejan posiciones políticas y el vínculo familiar. “Son contradictorias, confusas, se mezcla la voz del hijo con la del militante. Mi madre también militaba en Montoneros –comparte-, y éramos compañeros en un momento y en otro, una madre y un hijo hablando de una situación dramática”.
Por años no quiso escucharlas “porque mi actitud fue bastante dura con ella, yo tenía 26 años… Hoy soy más complaciente con aquel joven, y puedo entender la rigidez de la militancia de entonces”, reflexiona.
Daniel y Thelma se reencuentran a fines del ‘80, cuando ella lo visita en la cárcel. “Yo había caído en agosto, estuve preso hasta mayo del ‘84”, repasa sobre su regreso al país con la Contraofensiva con la que Montoneros buscó dar pelea en un campo de batalla plagado de asesinatos y desapariciones. Y minado hasta en las macetas con las noticias falsas que hoy llamamos fake news. El artilugio que el documental desmontará para profundizar en el debate sobre la vida real, tanto en aquellos años como en su reflejo actual.
El documental
En la encrucijada entre lo que se dice y lo que subyace en estas conversaciones, respecto de los ‘70, la directora Amparo Aguilar -nacida en democracia- avanza sobre “lo pendiente”: los debates que propone su generación para que “estas heridas dejen de supurar”. Así, el documental se nutre de los audios de 1979 más dos entrevistas actuales: a Daniel y a su hija Marcela Cabezas Hilb, realizadas en el Centro Cultural Haroldo Conti, en la ex ESMA. Se completa con la palabra de especialistas que dan cuenta del contexto por fuera de la subjetividad familiar.
“Escuchar las cintas me reveló un mundo misterioso para las nuevas generaciones, permiten dimensionar el lugar y la forma que la militancia tenía para la generación del 70”, explica Amparo. “Nuestro discurso –habla desde la práctica política signada por el feminismo y los derechos humanos- tiene tantos puntos ciegos que se vuelve rápidamente cuestionable”, razona. “Por eso vuelve el discurso de las víctimas inocentes con jerarquías entre buenas y malas víctimas, vuelve porque no nos atrevimos a ir más a fondo y bancarnos el desacuerdo, por ahí no vamos a pensar igual, todos sobre todo, eso no quita que el crimen de lesa siga siendo un crimen de lesa”, sostiene.
El poder de contar
En el origen de esta película Daniel quiere reivindicar a su madre. Hoy la motivación es que “sirva para provocar las conversaciones que todavía no se tienen en esta sociedad”, define. Se refiere a jóvenes no vinculados al movimiento de derechos humanos “que no leen Página12, Tiempo o La Retaguardia, a los que son influenciados por los medios tradicionales, a quienes queremos convocar a conversar sobre la historia reciente”.
“En aquella época le decíamos ´operación de prensa´ o de ´acción psicológica´ -agrega Daniel-, pero es el poder económico detrás de un mismo objetivo. Detrás están los mismos apellidos, las mismas empresas y métodos similares actualizados tecnológicamente”.
Y concluye en que hay dos cosas importantes para rescatar sobre esta historia: por un lado que “fue eficiente la instalación de esas ‘verdades’ que armaba la dictadura”, con alianza del poder económico y los medios. “Tengamos en cuenta que hay más de 200 periodistas desaparecidos, todo aquel que informaba otra cosa sufría las consecuencias”.
La contraparte “es que se resistió mucho más de lo que se sabe, hubo medios alternativos, una hoja fotocopiada, un cuadernillo, en todos los barrios, contaban la realidad y no la versión de la dictadura. Pero la resistencia no está contada, por eso lograron instalar la teoría de los dos demonios”. Contra eso, y a pesar de que el INCAA ya no presta su apoyo, avanzan en esta realización documental.
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