La expresión de corte gramsciano suele ser muy utilizada por intelectuales mileistas y afines al régimen. La matriz de esta batalla está constituida por el siguiente mantra ultraderechista: Existió un período donde la nación estaba sana y gozaba de una gran fortaleza física y moral. La fecha y los actores de ese período son imprecisos, solo basta afirmar que estuvo en el pasado y que debe retornar y que los protagonistas de ese retorno están agrupados alrededor de la crueldad del líder de ultraderechas. A su vez se debe, sin mediación política alguna, amputar esa parte de la historia y cancelar a sus representantes. Esto vale para la propia interna de La Libertad Avanza, donde también suelen ser purgados los disidentes sin necesidad de disimular nada.
Sin embargo, ahora que ya todo el mundo sabe que la cosa funciona así, el problema mayor consiste en dar una forma política al malestar que se extiende de modo incesante. Esta es nuestra nueva batalla cultural.
Dado que la aparición del engendro anarcocapitalista ha constituido un antes y un después en la política argentina, la pregunta sobre la vigencia de los dirigentes anteriores se vuelve inevitable.
Ya nada es ni puede ser lo mismo después de este colapso en Argentina. Ya ninguna identidad histórica, por potente que haya sido su transcurso en los avatares del país, puede asegurar por sí misma una operatividad transformadora vigente. En todo caso valen como referentes imprescindibles de un proyecto que exigirá tiempo, si es que tiene lugar. Por supuesto, nunca se tratará de cambiar nombres, sino de cambiar posiciones en una formación política nueva.
Después de la humillación espantosa de los sectores populares, la única respuesta posible es un nuevo tipo de radicalización del movimiento nacional y popular. Y esto es así por una razón inevitable: qué tipo de modificaciones estructurales, económicas, políticas y culturales deben producirse para que un fenómeno como la pesadilla actual del mileísmo no vuelva nunca más.
Es más que difícil responder a esta pregunta en las condiciones del capitalismo actual, una estructura que monitoriza de modo permanente a sus lacayos de la derecha. Sin embargo hemos ingresado, en cierta forma, en un periódico cuasi apocalíptico de la humanidad.
En tiempos del ocaso nihilista, forma privilegiada del neoliberalismo contemporáneo, la experiencia de lo político ya no puede solo hacerse cargo de los desastres de las ultraderechas. En todo caso debe inventar otras maneras de plantarse frente al Capital que sin embargo, como vengo diciendo desde hace mucho tiempo, no puede ser transitado desde una lógica sacrificial.
Las experiencias populares de lo Común, donde el dinero no intervino como productor de plusvalía, deben constituir la materia prima del punto de partida para transitar la nueva edad oscura.
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