Hay épocas donde las referencias históricas, los legados políticos, las herencias de las causas justas se van volatilizando o se esconden en el torbellino de las internas, las operaciones, las redes…
No se llegan a borrar del todo, pero cuesta reconocer su vigor y su vigencia. Permanecen los rituales y las llamadas “batallas culturales”, pero las mismas no despejan nada, no nos permiten pensar en un horizonte posible.
Es en tiempos así donde más que nunca es necesaria la brújula, la señal que no engaña, el lugar donde se puede confiar, la permanente ética irreductible.
Hay seres que nos recuerdan lo incondicional sin vueltas, condensan una historia que nadie puede abarcar porque nos abarca a todos. Cuando todo se confunde, se mezcla, cuando las opciones pueden arruinarse en falsas contiendas, cuando la locura se expande desde arriba hasta el final, uno puede encontrarlas a ellas: Tati y Estela, Abuelas y Madres. La gran fortuna que demuestra que hasta en los momentos más oscuros contamos con su fuerza y valentía.
Quiénes seríamos sin su custodia eterna.
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